miércoles, agosto 10, 2016

John Ashbery / Diciéndolo para que no suceda














Algún desvío de la norma
ocurrirá a medida que el tiempo se hace más abierto.
El consenso varía de a poco; acerca de lo cual
ya nadie miente. Óxido oscuro derramándose
sobre el cuerpo, cambiándolo sin deteriorarlo –
gente con muchas cosas en la cabeza, pero vivimos
en los intersticios, entre una mirada distraída y el cielorraso.
Nuestras vidas se encargan de hacernos acordar. Finalmente no otra cosa es ser consciente
y los que viven a través de esto se bajan en la misma parada.
Qué descuidados. Sin embargo, al fin cada uno
resulta haber viajado la misma distancia – es el tiempo
lo que cuenta, y cuán profundamente hayas invertido en él,
cruzando la calle de un suceso, como si salir de él fuera
lo mismo que realizarlo. No te importa, por supuesto,
mayormente, si éste es el modo en que tenía que suceder,
sin embargo te habría gustado recibir una porción más exacta de tiempo
que sólo un reloj te puede indicar; cómo se lo siente, no lo que significa.
En un campo abierto, sólo conocemos un pedazo del final,
no la parte que presumiblemente teníamos que atravesar para llegar ahí.
Si esto no te alcanza, considera la idea
Inherente en el día, brazadas de trigo y flores
achatadas sobre carretillas, si tal vez significa más
al relacionarse contigo, sin embargo lo que es, es lo que sucede al fin
como si te hubiera importado. El evento se combina con
rayos que salen de su interior para dar la apariencia de fuerza
adaptada a los usos más sabios de la edad, pero está ahí
y no está, como la ropa tendida o el aserrín al sol,
en el fondo de la mente, donde vivimos ahora.

[Houseboat Days, 1977]

John Ashbery ((Rochester, Estados Unidos, 1927), Como un proyecto del que nadie habla, La Flauta Mágica, Montevideo, 2009
Traducción de Roberto Echavarren
Envío de Romina Freschi

Foto: Ryan Pfluger/Time

Saying It To Keep It From Happening

Some departure from the norm
Will occur as time grows more open about it.
The consensus gradually changed; nobody
Lies about it any more. Rust dark pouring
Over the body, changing it without decay—
People with too many things on their minds, but we live
In the interstices, between a vacant stare and the ceiling,
Our lives remind us. Finally this is consciousness
And the other livers of it get off at the same stop.
How careless. Yet in the end each of us
Is seen to have traveled the same distance—it’s time
That counts, and how deeply you have invested in it,
Crossing the street of an event, as though coming out of it 
were
The same as making it happen. You’re not sorry,
Of course, especially if this was the way it had to happen,
Yet would like an exacter share, something about time
That only a clock can tell you: how it feels, not what it
means.
It is a long field, and we know only the far end of it,
Not the part we presumably had to go through to get there.
If it isn’t enough, take the idea
Inherent in the day, armloads of wheat and flowers
Lying around flat on handtrucks, if maybe it means more
In pertaining to you, yet what is is what happens in the end
As though you cared. The event combined with
Beams leading up to it for the look of force adapted to the 
wiser
Usages of age, but it’s both there
And not there, like washing or sawdust in the sunlight,
At the back of the mind, where we live now.

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